lunes, 25 de febrero de 2013

El cine o el hombre imaginario, capítulos 7 y 8


El cine es un lenguaje por sí mismo que, como todo lenguaje, está compuesto por símbolos representativos que implican la comprensión simultánea de muchos individuos. La simbología del cine implica dos cosas: que su comprensión implica una atención racional además de la afectiva y que conlleva la creación de estereotipos consensuados de comprensión casi global.
El lenguaje del cine puede ser considerado universal en tanto que a diferencia de otros modos de expresión que necesariamente tienen que tener un idioma local o referencias implícitamente culturales, el cine es un reflejo inmediato del mundo de la forma en que todos los seres humanos la vemos, que es por los ojos. Quizá más universal que el cine sería la música, pero por lo mismo el hecho de que el cine incluya música de escucha indiscriminada refuerza la afirmación antes hecha. A pesar de esto, está claro que hay factores superficiales del cine que no pueden dejar de reflejar que toda película es sin duda un producto social determinado por su contexto (tanto histórico como geográfico). A pesar de esto, basta con revisar la elección de palabras empleada en la frase para notar que detalles “superficiales” no siempre son tan trascendentes como para impedir la comprensión de lo que se intenta comunicar en el cine.
Mencioné también la necesidad de la atención racional del espectador para con el cine. Morin hace gran énfasis en que en cuanto a la imagen cinematográfica, tanto la participación afectiva implícita, como la significación comprensible sólo a partir del contexto de la condición humana, hay una tendencia hacia el uso de la razón. Difícilmente podrías ver cine con el cerebro desconectado. El reconocimiento de las imágenes fragmentadas y el cambio de planos nos revelan la orientación del campo de significación. Siempre aquello que esté a primer plano y/o enfocado será aquello que merezca nuestra atención y lo que entenderemos que es lo más relevante en tal o cual escena. El discernimiento podrá ser inconsciente tanto para el autor como para el espectador, pero implica necesariamente la comprensión de la psique humana que, repito, podría ser sólo inconsciente.
Con esto llego a lo que se plantea en el último capítulo, que nombra al cine una especie de espejo del mundo y del espíritu humano, también en cuanto a su psicología. Así como tanto el autor como el espectador generan la historia y el fin del film, sea a partir de la proyección/identificación en el caso de ambos o no, lo cierto es que de cualquier modo el cine prevalece en una potencial memoria colectiva con un irrefutable valor antropológico. Aunque se trate de un tema de ciencia-ficción; la forma de contar las cosas, el lenguaje hablado y el corporal, la elección de lo que se supone que es estético y lo que no; todo eso queda cargado del contexto que rodea al equipo autor en un tiempo y espacio determinados. Así también lo que sea un reflejo onírico de la realidad, en tanto que los sueños son tan humanos como la vigilia, son tan documentos históricos objetivos y certeros como cualquier otra cosa. En la actualidad quizá sea un poco complicado, porque el reflejo del espíritu humano será uno muy globalizado con profundas raíces de culturas muy individuales y distinguidas más por forma de pensar que por contexto espacio-temporal, pero lo cierto es que la realidad que vivimos es del mismo modo que su reflejo, de un modo u otro; siempre según y dependiendo del punto de vista desde el cual se elija mirar.

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