domingo, 17 de febrero de 2013

El cine o el hombre imaginario, Edgar Morin (capítulos 5 y 6)



Hasta ahora lo afirmado era principalmente que el cine era un medio de expresión de la subjetividad, por lo que podría entenderse como algo por entero subjetivo, sin embargo hay ciertas características que le dan al medio tanta objetividad como subjetividad. Lo cierto es que en el medio del cinematógrafo hay una impresión de realidad que se construye a partir de la fidelidad de las formas presentadas, el movimiento independiente de los objetos y la emotividad que despierta en el espectador, que al ser compañía constante de todo individuo en la vida cotidiana consolidan esta impresión de que lo que se observa en las proyecciones del cinematógrafo (o más bien en el cine) es parte de la misma realidad que vivimos. 
Esta afirmación contiene lo siguiente: debido a que en la mente nosotros ponemos como iguales a las imágenes, objetos y concepto de los mismos, a pesar de que la impresión es distinta, la referencia no cambia; si la referencia no deja de ser la misma, es fácil que se imponga la misma percepción objetiva que los individuos mantenemos en cualquier circunstancia. En tanto que nuestra misma realidad la observamos de manera subjetiva y fragmentada, completando la información faltante en nuestras mentes con nuestra imaginación, es natural que el cine (cuyos cambios de cámara y movimiento con información fragmentada y deformaciones en el tamaño de las cosas son las mismas que vivimos en la realidad) se observe e internalice del mismo modo que se haría si lo que se estuviera observando fuera parte de la realidad.
En resumen, debido a que nuestra percepción de la realidad que nos rodea es subjetiva, el hecho de que el cine sea subjetivo lo hace objetivo para nosotros, o nos impone una percepción objetiva. En cuanto a la hermenéutica en cualquier investigación que utiliza como referente la realidad la teoría decide tomar en cuenta que el ser humano es un ser subjetivo, por lo que sería absurdo intentar un análisis objetivo. No nos podemos deslindar de nuestras emociones; como no podemos abarcar con nuestra mirada todo lo que nos rodea, porque perderíamos información, decidimos enfocar nuestra atención en pequeños fragmentos de la realidad. El resto de la información se adivina acorde con la percepción de la realidad que cada quien posee, para construir una realidad que nos resulta a cada quien creíble.
Así como según la percepción subjetiva hay una construcción de la realidad por cada persona que existe, toda la información nueva que adquirimos la agregamos a nuestra construcción. Si cabe, es cierta. Lo objetivo se convierte en lo subjetivo y viceversa. Como dice Morin, proyectamos una estructura racionalizadora sobre lo observado o vivido (debido a la participación que hay tanto en la vida real como en el cine y el teatro, los tres se convierten de igual manera en experiencias que vivimos y no sólo de las que fuimos testigos). De hecho la participación por sobre la atestiguación se posibilita en tanto que haya una carga afectiva. Las emociones, como ocurren en nuestro interior, difícilmente pueden separarse de nuestra memoria personal y dar a lo vivido una percepción objetiva, del mismo modo que la música que acompaña al cine, al dar un suplemento de vida subjetiva, fortifica la ilusión de una vida real y convincente.
La igualdad de objetividad y subjetividad explica también por qué se coloca el cine como término medio entre lo real y lo irreal. A pesar de que se mantiene la apariencia de verdad, en el proceso que se da entre la deformación de la realidad por medio de la destrucción de los marcos subjetivos y el re establecimiento de la realidad por medio del espectador se genera un hueco por el cual se cuela con facilidad una irrealidad más bien onírica, semejante al mundo del sueño despierto. Semejante a la percepción de realidad que se tenía en el mundo primitivo, en el cine el espectador sincretiza en su mente lo mágico, lo afectivo y lo práctico, del tal forma que manteniendo el núcleo subjetivo de la irrealidad que se nos presenta, por medio del raciocinio somos capaces, sin embargo, de objetivar lo observado en cuanto a nuestra estructura lógica individual de la cual nos desprendemos de vez en cuando (sobretodo durante la proyección de un film).
De este modo queda clara la presencia objetiva del cine; en el cual queda evidente la singular presencia de casi cualquier visión de mundo de manera estética; sin separarnos de la antigua aseveración de la subjetividad de la que es portador. La ilusión generada a partir del movimiento es igual a la que nos genera la realidad, en tanto que la realidad formal y el sentimiento que nos despierta la realidad permanecen. En el caso del cine, y me atrevería a decir que en general, para el ser humano la realidad objetiva y la realidad subjetiva no se pueden separar demasiado la una de la otra.

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