viernes, 14 de febrero de 2014

Comentario sobre: después de la fotografía (Fred Ritchin)

A partir de la revolución de la tecnología se producen también varios cambios en la sociedad. Cambia la concepción que tenemos de nosotros mismos y del mundo y el mismo sentido de lo posible. En la transición de la fotografía analógica a la digital se une el cambio de concepción de la fotografía como representación de la realidad a una distorsión de nuestra visión de lo real; mientras que los medios analógicos vienen acompañados de una continuidad del proceso mecánico y de un fluir de lo tangible, lo digital significa una visión separada en segmentos y fracciones. Dentro de lo digital, el código vence la apariencia (lo cual me recuerda al estructuralismo, donde diversos elementos empíricos están sólo determinados por los elementos de su estructura, que pueden compartir con varios elementos más).
Para nosotros significa también un cambio de un fluir a una existencia de secciones: lo llamado el multitasking digital y la posibilidad de vivir en espacios físico y temporales múltiples. La imagen se convierte en una experiencia, la remplaza. Tomar la foto es aquello que otorga un aura de valor a lo que podría sólo verse. 
Aún así se pone en duda la credibilidad de las fotografías con la posibilidad de manipular fotografías. Es interesante hacer la analogía con la terapia génica y ver la realidad (no sólo la fotografía) sólo como un boceto inicial que puede -y tal vez debe- modificarse: “¿Quién querría un auto único y quién no querría compartir el lazo de unión que ofrece el ethos consumista de la reproducción?”, se pregunta Ritchin. La invención de nuevos medios crean para nosotros un mundo diferente, para el que requerimos medios nuevos.
La fotografía digital ya no exige el valor de objeto escaso o único que tiene la pintura y la fotografía análoga. El valor de lo digital está más en un valor exploratorio, inclusivo, interactivo y hasta interdisciplinario. Se trata de evadir la limitación de ver sólo lo que el fotógrafo quiere que veas y de dar mayor valor a la originalidad del momento en que miramos, escuchamos, leemos, repetimos y revisamos. 
La fotografía digital obtiene una importancia conceptual, aunque manteniendo su valor documental (que por la falta de credibilidad está en riesgo). Ritchin propone la introducción del hipertexto, que implica poder enlazar una sola fotografía con muchas otras fotografías, documentos y sonidos que amplíen el panorama del espectador. Lo interesante (y extraño), es que después aboga por procurar mantener la ambigüedad de la fotografía y sus muchas posibles lecturas e interpretaciones sin recurrir al limitante pie de página, aunque a su favor quizá el hecho de que los datos estén ocultos a modo de hipervínculos en un principio podría ayudar a respetar esa ambigüedad. En lugar de utilizar la fotografía como símbolo inmediato, la fotografía puede fungir como el inicio de una discusión (en foros, o etc.), porque ahora la apariencia ES sólo un punto de partida, lo cual no sé qué tan cierto sea, porque los impulsos biológicos del ser humano seguirán dependiendo en primera instancia de la apariencia y detenerse a discutir quizá no siempre venga al caso. 
Las nuevas estrategias que propone Ritchin para la fotografía me parecen bastante divertidas: implica una lectura de fotografías a partir de múltiples puntos de vista para desenmascarar “oportunas” puestas en escena, la idea de fotografiar posibilidades de futuro por medio de softwares para prevenirlo, darle voz al sujeto fotografiado para evitar lecturas equivocadas, utilizar la fotografía como registro para los mismos involucrados en los sucesos fotografiados y para generar intervenciones constructivas por parte de los antes inútiles espectadores. 
Es cierto que las puestas en escena de numerosos gobiernos han funcionado como reality-shows para dar al espectador la impresión de que todo es maravilloso. También es cierto que la introducción de una cultura del celular con cámara como apéndice del ser humano es más probable que periodistas amateurs (es decir, ciudadanos “x” con cámaras) actúen como documentadores de la realidad -lo cual implica una lectura más verídica de los sucesos; el mismo fotógrafo puede ocupar el papel de testigo oral de sucesos. Así deberían utilizarse los medios emergentes para un mejor periodismo. Agregando a esto el hipertexto como medio informativo, las lecturas serían (y son) por no-lineales, también individualizantes. La red amplía, lo mismo que las lecturas, el público y disminuye las censuras. La hiperfotografía tiene un sentido de tiempo más elástico. No hay una continuidad obligada ni una necesidad de narrativas lineales. En la hiperfotografía liberar el obturador no es más que el inicio de un proceso.

La posibilidad de incluir un cyborg en nuestro pensamiento implica la apertura de nuestra mente a muchas posibilidades futuras. Se trata, dice Ritchin de un modo un poco intenso, de ceder la primacía de la mirada humana a las máquinas. Quizá en este caso imaginarse a máquinas llevando el mundo no suena tan dramático como muchas películas de ciencia-ficción sino que implica para el humano un nuevo papel, en el caso del artista, éste adquiere la posición de visionario y padre fundacional de un mundo distinto. En todo caso los algoritmos pueden tomar decisiones de mejor manera que nosotros. Y está padre pensar en esta transición como un reflejo del desarrollo histórico-científico en una relación dialéctica, porque es cierto que tanto en la teoría cuántica como en la era digital la única certeza es la probabilidad. Basta con analizar el modo en que llevamos nuestras vidas para encontrarnos con esa interdependencia elástica indeterminada de múltiples posibilidades. Cuando dice que comprender nuestros medios significaría comprender nuestra realidad, lo mismo podría decirse de muchas otras cosas que ahora manejamos de manera cotidiana sin que lleguemos a cuestionarlas o hasta a entenderlas.

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